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El dado de colores (parte IV de VI)

Relatos Dreamers

     Cuando el muchacho volvió a abrir los ojos, el paisaje había vuelto a cambiar. Cada vez le sorprendían menos estos cambios de escenario. Ahora ya no había viento, todo estaba en calma, pero cubierto de una espesa niebla, que apenas ofrecía visibilidad a unos pocos centímetros. Estaba empapado de sangre, y agotado. También notó que ya no había barro. Tocó el suelo y le apreció que era asfalto, como el de una carretera. Tampoco había riachuelo, ni río. Ya no se oía el correr del agua (o de la sangre). Estaba todo en silencio, pero en cuanto se puso de pies y avanzó unos pasos, empezó a oír unos escalofriantes sonidos, similares a murmullos y risitas agudas. Tenía la impresión de estar siendo observado por miles de ojos, pero miraba a su alrededor y sólo veía niebla. Se estaba poniendo muy nervioso.Añadir Anotación
     -¿Quién anda ahí? -gritó, asustado.
     Las risitas y los murmullos cesaron de inmediato. Durante unos segundos todo estuvo en completo silencio, pero poco a poco empezó a oír de nuevo aquellos sonidos, ahora acompañados de siniestros susurros:

     Ven... ven... ven... ven... ven... ven...

     Miles de voces, tanto agudas como graves, pero completamente inhumanas, habían empezado a susurrarle. Todas decían lo mismo. Ven. Todas le llamaban. Ven. Algunas sonaban lejos, pero otras parecían surgir a unos pocos centímetros.

     Ven... ven... ven... ven... ven... ven...

     El muchacho echó a correr, muerto de miedo, de nuevo sin saber ni ver hacia dónde se dirigía. Mientras corría, notaba cómo le tocaban en los brazos y en las piernas, como si cientos de pequeñas manos intentasen cogerle. Los susurros aumentaban en número e intensidad, y provenían de todos los sitios, pero el muchacho sólo veía niebla. De repente tropezó con algo y cayó de bruces al suelo. Intentó incorporarse, pero notó cómo le sujetaban fuertemente los brazos. Los susurros se apagaron y empezó a despejarse la niebla, formando como un camino delante de él. Un camino flanqueado por dos interminables muros de espesa niebla. Las voces volvieron, ahora con mucha más fuerza, y ya no susurraban, sino que gritaban. Eran gritos inhumanos y repletos de locura y rabia, y ya no decían ven sino corre. Notó cómo le liberaban los brazos y alguien (o algo) le empujó hacia delante.Añadir Anotación

     Corre... corre... corre... corre... corre... corre...

     Oyó un tremendo rugido detrás de él, y el sonido de unas fuertes pisadas que se le acercaban. Alguien (o algo) iba hacia él, seguramente no con buenas intenciones, y entonces se dio cuenta que debía intentar escapar por el camino que se había abierto entre la niebla. Tenía la impresión de ser la víctima de un macabro juego ante miles de espectadores locos (e inhumanos, de eso ya no tenía la menos duda) que gritaban a coro.Añadir Anotación

     Corre... corre... corre... corre... corre... corre...

     El muchacho echó a correr sin esperar a ver quién o qué le perseguía y se dio cuenta de que el camino se cerraba a sus espaldas. Miraba hacia atrás y sólo veía niebla. ¿Cuánta distancia habría entre su perseguidor y él? No podía saberlo, tan sólo limitarse a correr lo más rápido posible, mientras los gritos le volvían loco.Añadir Anotación

     Corre... corre... corre... corre... corre... corre...

     El rugido cada vez sonaba más cerca, al igual que las tremendas pisadas, que hacían retumbar el suelo. Por más que miraba hacia atrás, el muchacho sólo veía niebla, y la desesperación empezaba a consumirle. Se tropezaba y se levantaba al instante, y cada vez notaba más cerca de su perseguidor. Cuando de vez en cuando rozaba la niebla que tenía a los lados, notaba unas punzadas de dolor, como si le clavasen cientos de pequeñas agujas, por lo que sólo podía correr hacia delante, por el camino abierto entre la niebla. Corrió y corrió hasta que llegó al aparente final del camino. Delante de él volvía a haber sólo niebla. No tenía más remedio que volver a introducirse en la espesura, esperando no recibir las punzadas de dolor, y seguir corriendo a ciegas, porque ya notaba a su perseguidor a apenas unos centímetros de su espalda. Atravesó la niebla, cerrando los ojos con fuerza, esperando cualquier golpe, y siguió avanzando. Cuando abrió los ojos, se topó de frente con una pared.Añadir Anotación

(continuará)Añadir Anotación


Igor Rodtem

ENLACES
El dado de colores (parte I de VI)
El dado de colores (parte III de VI)
El dado de colores (parte V de VI)
Rodtem, 21 de Enero de 2006
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